Un hecho banal y repetido como un robo a un banco -aún sangriento, o de mucha violencia- suele no ser, en general, noticia. No lo suficiente, al menos, para un libro entero. Menos aún en un pequeño pueblo ubicado en medio de la pampa húmeda, un ámbito despojado y a veces abúlico como es la llanura bonaerense.
Claro que, en literatura, como sabemos, todo depende de cómo se lo cuente.
Lo que refleja el trabajo de investigación detrás de “El caso Arroyo Dulce” es, entonces, una forma de contar algo tan sencillo como un robo a un banco, de modo que sea el espejo de la gran confusión propia de nuestro país.
Hechos al borde de lo inverosímil. Personajes presuntamente sin importancia, anónimos y sin destino, que se vuelven representativos para que la historia cobre vida a través de ellos. Hombres de los cuales se ignora de dónde vienen o hacia dónde van; momentos donde todo se revuelve y enreda: la izquierda y la derecha, Montoneros y la Triple A, el peronismo y la delincuencia.
Quién hizo qué cosa; qué cosa está de qué lado. El doble juego, el desconcierto, la falacia; el cambio de bando: hoy acá, mañana allá; la complejidad siempre agazapada detrás de la simpleza.
Nadie sabe dónde está parado; nadie sabe adónde pertenece. La violencia está a la vuelta de la esquina. La pregunta de quién es ese tipo que está ahí, a veinte metros de nosotros, con el que convivimos indirectamente.
En palabras de Julio Cortázar, la patria parece ser un lugar “donde todo se confunde y nada es menos cierto que su contrario”.
Este libro es eso: la enorme confusión que fue y es este país. Convierte algo anónimo, banal y anodino, en acontecimiento. Y muestra cómo un hecho tan común y repetido como un robo a un banco, que no suele ser, en general, noticia, sin embargo, escarbando un poquito, lo es.
Tijeras
Hace 6 años
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